sábado, 6 de abril de 2013

finales en modo kistch


Primero era la duda, la incertidumbre de eso que estaba adelante en el camino como un tótem interrumpiendo el tránsito en una calle del centro a la hora del atardecer. Después lo empezó a visualizar de cerca, con detalles cercanos del  cuándo y del cómo, bajo la lupa mental. Sin darse cuenta cómo pasó,  si se lo chocó o lo esquivó, un día ya estaba del otro lado y se había convertido en una sombra enorme y oscura como una nube de tormenta  veraniega, que parecía querer arrasar con el mundo. Después de un período inespecífico de días compactos, el viento del olvido empezó a soplar, o quizás fue una brisa narcótica venida del mar del tiempo que nunca deja de avanzar; se empezaron a abrir claros en la noche constante, hasta que un amanecer salió un rayo de sol acostado entre el sanguche de nubes y cielo. Se fue agrandando de a poco y trajo más luz y entonces se dio cuenta de que ya no le quedaban memorias nítidas sino que todo estaba impregnado por la nueva luz  del presente, y que el pasado estaba allá lejos, desfigurado en la oscuridad de los recuerdos. La luz se hizo cada vez más fuerte, hasta que un día, de pronto, inundó todo su cielo.