viernes, 28 de octubre de 2011

Vampiros en el techo

Alberto no sabe lo que quiere . Le gustaría estar cómodo en la vida pero siempre hay algo que le molesta: él mismo.  Es flaco y alto, nada atlético,  de pelo lacio y fuerte, largo,   un charrúa desgarbado con un taparrabo de lycra. Usa una malla negra con una hoja de marihuana pintada a mano, cual hoja de Adán. Cuando se ríe se le ven unos dientes blancos y grandes, derechos. No parecen suyos, están por encima de su estandar de belleza masculina.
En el Polonio está felíz, liberado de las responsabilidades de la vida burguesa obligada, de la limpieza como un ritual sagrado. Anda con la ropa dura por la arena, la sal y el sudor. El olor a transpiración queda neutralizado por el sol que seca todo. La arena es ya parte de su cuerpo, metida hasta lo más íntimo, en medio de las bolas y  la espalda, las orejas y el cuello y sobre las sabanas, en los championes, en el pelo. Se siente parte de de la playa.



miércoles, 5 de octubre de 2011

El verano que viene








El auto está lleno a más no poder.  Por el espejo retrovisor apenas se ve una línea de horizonte finita, del baúl emergen bultos amorfos de valijas, cochecito doble, sillas de comer, camperas de último momento, porque en Rocha siempre hace frío de noche, aunque sea verano. En el asiento de atrás, los mellizos atados cada uno en su sillita, tranquilos durante un rato, increíble.
Después de días de revuelo, de preparativos interminables, de ropa, elementos de playa:  sillas, sombrillas, conservadora y tanto más, juguetes, medicamentos por las dudas, comestibles secos, pelelas, pañales, linternas, sombreros y mucho más, finalmente están en la ruta en un mediodía esperanzado como todos los principios de enero, cuando los días todavía traen un aire nuevo, de sorpresa.  Raquel abre la matera que lleva ajustada entre las piernas gordas, y se pone a preparar el mate.  Si no le ceba unos mates a Juan Carlos durante el viaje, siente que le falta una parte esencial a su ritual de vacaciones. Eso y  música de fondo de algún CD de Joaquín Sabina, como ¨Ruleta Rusa¨, uno bien viejo, de los que escuchaba en los primeros años de facultad.  Mientras mira por la ventana las curvas suaves  del campo, los molinos brillando plateados, algún caballo suelto, va pensando qué se habría olvidado esta vez. Ah, las alitas para flotar de los nenes, que eran buenísimas. Si sigue pensando seguro encontrará algo más pero se le gustan las sorpresas.  Ya están pasando San Carlos y no se siente ansiosa por llegar. Está contenta y tranquila. Falta poco. Se mira un rollo que le sobresale de la cintura.  Antes se amargaba con eso, pero ahora le da igual, su cuerpo grande es parte de su maquinaria de  maternidad.  Entonces, Juan Carlos, que no había hablado nada en un rato, le suelta como si nada:
-ché Raquel, ¿y si en vez de La Pedrera seguimos hasta Valizas?  Nico me dijo que el rancho está vacío y que podemos pedir las llaves en lo del Chupete
-Ay no, Juan Carlos, otra vez al rancho de Nico y Ana no,  por favor. Ya habíamos quedado que este año no íbamos a ir a Valizas, por favor. Ya tengo la reserva en las cabañas, no jodas
-Pero no pagaste nada, ¿o si?
-No, si sabés que no pagué,  pero ya teníamos un plan. Por qué siempre  llegás a las conclusiones sin decirme lo que estás pensando entre medio?
-Es que se me ocurrió ahora. Nos ahorramos esa guita, así después podemos arreglar el estudio. Dale, Raquel
-Ay no, Juan Carlos. Vos sabés la mugre que debe tener ese rancho, yo no llego otra vez a sacar bichos bola de todos lados, limpiar pisos y ventilar colchones húmedos al sol. Estoy podrida.  ¿Y si llueve otra vez como el año pasado? ¿ ya te olvidaste de cuando quedamos ahí atrapados como en una isla, rodeados de agua estancada llena de renacuajos? No se me olvida más el coro de ranas que nos cantaba todos los atardeceres entre los pastizales inundados. Y con los nenes  que van de un lado al otro todo el tiempo me voy a enloquecer tratando de atajarlos, y otra vez sin agua para lavar la ropa, que vos no lavás, además, y  tener que ir a buscar los bidones hasta la OSE todos los días, dejate de joder. Ese no era el plan
-¿Pero qué sabés si va a llover mucho? ¿y si no llueve?
-Juan Carlos, a nosotros nos persigue la lluvia. El nubarrón se instala en la playa a la que vamos nosotros. ¿Cuántas veces ya nos clavamos en el rancho inundado de Nico y Ana? ¡Estoy podrida de Valizas!
El grito  despierta a Bruno que se pone a llorar. Raquel se inclina y saca un vaso de piquito de la mochila que ya lleva preparado con agua. Se lo da y el nene se queda tranquilo.  Ya no se escucha a Sabina, el CD se  terminó en medio de la discusión. El camino ahora sólo parece una línea negra inexorable hacia el destino.
-Qué cosa, Raquel, ¿no querés llevar a los nenes al arroyo a bañarse?, ahí estamos tranquilos en la laguna, podemos subir a las dunas. La Pedrera está llena de chetos y todo es más caro, te acordás aquella vez cuando alquilamos todos juntos con Ana y Nico...
-Vos sabés que a mí me encantan las dunas, pero no vas a poder subir con los chiquilines, son muy chicos. Todo lo que me gustaba hacer en Valizas antes, es lo que no puedo hacer ahora, ¡caminar hasta el Cabo Polonio,  quedarme de noche viendo las estrellas tirada en el sobre de dormir,  levantarme tarde, y tomar cerveza a mediodía!. Y todo lo que no me gustaba es lo único que hago ahora, todo el tiempo: lavo ropa meada, con agua de pozo marrón, cocino cuatro comidas en la garrafita de mierda esa y después hay que lavar los platos ahorrando el agua de los bidones que hay que acarrear una y otra vez;  para bañar a los nenes es interminable, calentando agua en la olla,  me canso de sólo pensarlo Juan Carlos, no...
-Dale, yo te ayudo, va a estar bueno
-Yo te ayudo, yo te ayudo, ¡quién te dijo que es mi tarea!!!
-Ay no exageres, no es para tanto... Raquel, en serio. Nos ahorramos esa guita, ¿vos querés tirar así la plata?, en serio...
La rotonda de La Paloma ya está a la vista adelante de ellos.  Las nubes perfectas que cuelgan del cielo ya no emocionan a Raquel. Bruno le pregunta:
-¿Y la playa dónde está, mamá?
-Ya estamos por llegar


-Raquel, dale, por favor, le pedimos a alguien que limpie el rancho cuando llegamos, y te acordás de aquel gaucho que cortaba los pastizales con una azada, podemos pedirle que venga,  así queda seguro para los nenes, dale, va a estar bueno...
-Bueno, está bien
Se quedan en silencio. El motor es la música de fondo ahora. El mate ya está frío.  Raquel empieza a clavarse la uña del  índice en la cara interna del dedo gordo, como hacía en los exámenes de facultad.  Resopla y mira los palmares que ya aparecen a la vista en el campo. Piensa que el año que viene va a alquilar una casa en octubre,  va a pagar la reserva de antemano así ya queda todo claro y decidido con tiempo. Si, va a alquilar una casa con tres dormitorios y vista al mar. Con agua caliente y una cocina de verdad. El verano que viene.  Mientras tanto, una nube gris empieza a aparecer en el horizonte que queda justo detrás del auto. Y el viento la viene acercando, despacito